En la comunicación política contemporánea, la narrativa no es un adorno retórico: es la columna vertebral de la persuasión. La narrativa ordena hechos dispersos en un relato coherente, carga de emoción los datos fríos y permite que un candidato o partido político sea percibido no solo por lo que hace, sino por lo que simboliza. En palabras de George Lakoff, “las personas no votan sobre programas, votan sobre marcos narrativos que dan sentido a su vida”.
En nuestro país, donde la confianza en los partidos tradicionales se ha erosionado, la narrativa adquiere un peso doble: es la herramienta para generar identidad, emoción y credibilidad en un electorado más crítico, más joven y más exigente.
En la próxima contienda electoral del 2028 no se definirá solo en cifras ni en programas de gobierno, sino en la capacidad de los partidos para construir narrativas convincentes.
La narrativa en la comunicación política es la diferencia entre un candidato que administra problemas y otro que lidera sueños colectivos. En la República Dominicana, cada partido tiene fortalezas y relatos en construcción, pero también enormes vacíos. Quien logre sintetizar estabilidad, modernidad y cercanía humana en una historia convincente será quien conquiste el 2028.
En definitiva, la narrativa no es solo un discurso: es el mapa emocional que guía el voto. Aún hay grandes vacíos narrativos sin dueño: seguridad ciudadana, costo de vida, empleo formal y gobierno digital. Quien logre apropiarse de estas historias y contarlas con fuerza tendrá ventaja en la carrera hacia 2028. En política, más que propuestas, lo que gana son relatos capaces de inspirar confianza y movilización.
El próximo lunes iniciaremos una serie de análisis detallada de la narrativa actual de los partidos mayoritarios y luego de cada uno de los aspirantes a candidatos presidenciales de cada partido.