Los periodistas, la CIA y Mockingbird

(y II)

Oscar López Reyes

Las escuchas telefónicas ilegales a periodistas, ejecutadas por la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos, en el inicio de la encubierta Operación Mockingbird para esconder datos desfavorables a esa nación, fueron dispuestas por el presidente Jhon F. Kennedy. Aletea como un capítulo sombrío, que vulneró un derecho inalienable, y como un referente de grado máximo en el silenciamiento de la labor informativa con repercusiones inextinguibles.

Un documento de 702 páginas de la CIA, desclasificado en 2007 y con los cuales fue redactado el libro Joyas de la Familia, así como investigaciones de la Comisión Rockefeller, el Centro Miller de Asuntos Públicos y otras especifican la participación del director de la CIA, John McCone, junto con el Fiscal General de Estados Unidos, Robert F. Kennedy; el secretario de Defensa, Robert McNamara, y el director de la Agencia de Inteligencia de Defensa, Joseph Carroll.

El anglicismo Mockingbid en español significa sinsonte o ruiseñor, que literalmente quiere decir pájaro imitador. Fue utilizado por primera vez por Deborah Davis en el libro “Catalina la Grande: Katharine Graham y su Imperio del Washington Post”, donde describe una supuesta infiltración de la CIA en medios de comunicación, parecido a otras dos obras: Espía estadounidense: Mi historia secreta en la CIA, Watergate y más allá, por E. Howard Hunt, y El Poderoso Wurlitzer: Cómo la CIA manipuló a América, por Hugh Wilford.

Otros libros que abordan el tema son “Operación Mockingbird: La controvertida historia de los medios de comunicación y la inteligencia de Estados Unidos”, de M. William (Bill) Cooper, y “Killing Hope” (Matando la esperanza): Military and CIA Interventions Since World War II, que cubre una amplia gama de intervenciones militares de esa agencia norteamericana de espionaje.

El proyecto Mockingbid abrió la compuerta para otras operaciones de espionaje gubernamentales de Estados Unidos: el presidente Richard Nixon, quien creó la unidad de “fontaneros”, compuesta por veteranos de la CIA para detener las filtraciones de información, Lyndon Baines Johnson y George H. W. Bush.

En su afán por ocultar los acontecimientos, quebrantando el derecho a saber de los ciudadanos, dos partes han incurrido en la negación de la facultad del libre acceso a la información. Tipifica como violaciones civiles y penales, y a las normas y principios éticos:

Primero, el Gobierno de Estados Unidos apeló a métodos turbios: interceptación telefónica ilegal para la extracción clandestina de informaciones basadas en conversaciones de periodistas con funcionarios públicos y otras personas, y fomento de la corrupción mediante el soborno.

Y, segundo, periodistas comprometieron su responsabilidad ética con la aceptación del silencio, la autocensura y la delación, que deriva en sanciones, arrestos y asesinatos. Envuelve una deshonra, porque embadurna la reputación, más con la desclasificación de documentos, que sus nombres quedan registrados, inexorable y perennemente, como cómplices de una negación de derecho por poderes del Estado.

Como vemos, el periodismo es una profesión delicada en la complejidad, conflictiva y riesgosa; exigente y comprometida con la sociedad. Por lo tanto, su ejercicio ético implica el respeto a la verdad, impulsando, con transparencia informativa, el derecho de informar y ser informado, y desechar el plagio, la calumnia, la difamación y la maledicencia. Los códigos nacionales y supranacionales son claros:

1.- El periodista debe adoptar una actitud analítica frente a las fuentes, confrontarlas y comprobar sus afirmaciones. Código del Círculo de Periodistas de Bogotá.

2.- Los periodistas no deben aceptar bienes de valor de las fuentes informativas o de otras personas ajenas a la profesión. No deben aceptarse obsequios ni viajes, agasajos, productos o alojamientos gratuitos o a precio reducido. Los gastos relacionados con la tarea periodística deben ser pagados por el periódico. Deben evitarse los privilegios especiales y el tratamiento especial para los miembros de la prensa. Declaración de Principios de la Sociedad Estadounidense de Redactores Periodísticos.

3.- No omitir nada de cuanto el público tiene derecho a saber. Código de Ética de la Asociación Interamericana de Prensa.

4.- El periodista no admite ninguna presión, dádiva, prima o favor que pueda poner en peligro, disminuir o subordinar su libertad de acción, obligándole a transgredir las normas de la profesión. Código de Ética de la Federación Nacional de los Sindicatos y Asociaciones Profesionales de Periodistas Franceses.

5.- En las necesarias relaciones que en el ejercicio del periodismo se mantengan con los poderes públicos o con los sectores económicos, se evitará llegar a una connivencia tal que pueda repercutir en la independencia y la imparcialidad del periodismo. Código Europeo de Deontología del Periodismo.

6.- El acceso libre a la información y la opinión es un derecho de todo ciudadano. La vocación de la prensa es suministrar un amplio y objetivo servicio de información y opinión. Por tanto, debe haber libertad de acceso a todas las fuentes de información. Código de Práctica Periodística de la Federación Internacional de Periodistas (FIP).

7.- Actos contra la profesión periodística: La actuación confidencial para los servicios secretos y organismos de inteligencia. Código de Ética del Periodista Dominicano.

Indefectiblemente, la ética apalanca como el ancla protectora de los periodistas. Normatiza la narrativa para garantizar el libre flujo de la información y para que el periodismo sea un verdadero contrapoder, y no un amasijo de contenidos proestadounidenses, prorusos o prochinos.

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